Poeta postmodernista, traductor y crítico literario español. Empezó su trayectoria poética publicando sus primeras poesías en Versos de las Horas, 1906. En 1921 colaboró con Juan Ramón Jiménez en la realización de la revista Índice, por amistad. Como traductor, hizo versiones principalmente del inglés y el francés, pero también del catalán y del alemán. Se le deben versiones de Paul Verlaine, Francis Jammes, Michel de Montaigne, John Webster, H. G. Wells, Heinrich Heine, Eugenio d'Ors y Walt Whitman. Tenía mano también en algunas publicaciones para introducir a nuevos escritores y, por ejemplo, publicó los primeros versos de León Felipe en la revista España y ayudó también a Juan Ramón Jiménez para que aparecieran en El Sol algunas colaboraciones suyas. Gracias a su intercesión, un poema de Gerardo Diego pudo salir en España. Ayudaba además con reseñas y artículos críticos sobre las obras que éstos iban publicando
Todo lo llevas contigo,
tú, que nada tienes.
Lo que no te han de quitar
los reveses
porque es tuyo y sólo tuyo,
porque es íntimo y perenne,
y es raíz, es tallo, es hoja,
flor y fruto, aroma y jugo,
todo a la vez, para siempre.
No es recuerdo que subsiste
ni anhelo que permanece;
no es imagen que perdura,
ni ficción, ni sombra. En este
sentir tuyo y sólo tuyo,
nada se pierde:
lo pasado y lo abolido,
se halla, vivo y presente,
se hace materia en tu cuerpo,
carne en tu carne se vuelve,
carne de la carne tuya,
ser del ser que eres,
uno y todos entre tantos
que fueron, y son, y vienen,
hecho de patria y de ausencia,
tiempo eterno y hora breve,
de nativa desnudez
y adquiridos bienes.
De aquellos imperturbables
amaneceres
en que la luz de tu estancia
se adueñaba tenue
pintando vidrios y cuadros,
libros y muebles;
de aquellos días de afanes
o placeres,
de vacilación o estudio,
de tenso querer, de inerte
voluntad; de cuantos hilos
tu vida tejen,
no hay una urdimbre quebrada
ni un matiz más débil. ..
Nadie podrá desterrarte
de estos continentes
que son carne y tierra tuya:
don sin trueque,
conquista sin despojo,
prenda de vida sin muerte.
Nadie podrá desterrarte;
tierra fuiste, tierra fértil,
y serás tierra, y más tierra
cuando te entierren.
No desterrado, enterrado
serás tierra, polvo y germen.
Han venido los húngaros, hermana,
osos de tardo andar, monos ladinos
lleva la miserable caravana.
Son los hombres esbeltos y cetrinos.
Fuman pipas enormes. Llevan rojos
casquetes, de los cuales se desborda
la maraña de pelo, y en sus ojos
brilla el destino de la errante horda.
Son flacas las mujeres. En harapos
van desnudos los pies bajo las faldas
en jirones. Envuelto en sucios trapos
una conduce un chico en las espaldas.
Tañen los hombres grandes panderetas,
canturrean tonadas melancólicas,
y hacen dar a los monos volteretas
y ágilmente bailar danzas diabólicas.
Y amaestran al oso torpe y grave
de floja piel, que humildemente fiero
danza, y pasando a la ronda, sabe
las limosnas recoger en el pandero.
Han venido los húngaros, me gusta
ver su arrogancia en su mirar osado,
y, en lo moreno de su faz adusta,
los soles de las tierras que han cruzado.
Amo danzas, combates, aventuras
pero soy hombre débil y pequeño
y he recorrido solo las llanuras
del país arbitrario del ensueño.
Y he vivido en mi hogar burgués y oscuro
y el vasto mar y el alto monte ignoro,
las tierras que repulsa el hielo duro
y las que halaga un regio sol de oro;
y languidezco en un rincón de olvido,
y engarzo en él paciente, verso y verso,
sin azares que me hayan conducido
por la diversidad del Universo...
Húngaros, hoy ha roto vuestro paso
mis horas de tristeza, de fastidio.
Desde mi quieto bienestar, acaso
vuestra inquietud, vuestra pobreza, envidio.
(¡Corazón, corazón!, ¡qué no te atrevas
cada día a buscar extrañas gentes,
costumbres no sabidas, hablas nuevas,
cielos varios, paisajes diferentes!)
Cuando vosotros pobres peregrinos,
lejos del suelo avaro que os destierra,
peregrináis por todos los caminos,
por todos los caminos de la tierra.
Mi espíritu lleváis en compañía:
vuestras faces morenas le son tratas,
ama vuestra tenaz melancolía
vuestras noches, que alumbran las fogatas
y vuestro caminar por entre hogares
tibios, morada de los hombres vanos,
de esos duros, inhóspitos lugares,
en que os ladran los perros aldeanos...
Triunfan en tu cuerpo todos los pecados,
Son tus labios rojos flores de mentira.
Son simas de orgullo tus ojos rasgados.
Tus palabras roncas, torrentes de ira.
Tenazas de gula son tus dientes blancos.
Tus pechos, almohadas para la pereza.
Y en tu vientre núbil y en tus firmes flancos,
la sierpe lujuria yergue la cabeza.
No están los estigmas del sábado impresos
en tu faz de virgen con que atraes y engañas;
mas tu lengua sabe satánicos besos
y el amor de chivo quema tus entrañas.
Vas al aquelarre donde clama y brinca
tropel monstruoso. Tu sola presencia
lo para, y sus dardos en tu cuerpo inca
de la obscena turba la concupiscencia.
Y al llegar el día te truecas en gata
de ojos verdes, alba piel y finas uñas;
y al que a tu misterio de acercarse trata,
le halagas primero, después le rasguñas.