Mijail Yurievich Lermontov Descendiente del capitán escocés George Learmont, que entró al servicio del zar de Rusia a principios del siglo XVII, Lermontov nació en Moscú. Graduado de la escuela militar de San Petersburgo, ingresó en la Guardia Imperial hasta que una oda por la muerte de Pushkin provocó su destierro a un regimiento del Caucaso. Allí escribió en 1831 «El ángel», uno de ios poemas románticos más extraordinarios de la lengua rusa, así como «El demonio», cuya musicalidad inspiraría a poetas como Blok y Pastemak. En 1838 regresó a San Petersburgo convertido en un gran poeta, muy popular en los círculos aristocráticos. Dos años después aparecieron una selección de sus poemas y los relatos Un héroe de nuestro tiempo, pero ese mismo año un duelo con el hijo del embajador francés te valió otro destierro en el Cáucaso. Veraneaba en el balneario de Pietigorsck cuando fue retado a duelo por un oficial del ejército, a cuya esposa había seducido: murió de un pistoletazo, como su admirado Pushkin.
Nota: Desconozco los traductores.
.Fuente:http://books.google.com.mx/books?id=V4p74zAoYo8C&pg=PA63&lpg=PA63&dq=MIGUEL+LERMONTOV&source=bl&ots=wR69xkMMEh&sig=pkMY197ejtWS3_-7Wb3noxgI7po&hl=es&ei=wyugTITKFIf6swOy9czVAQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=3&ved=0CB4Q6AEwAg#v=onepage&q&f=false
LA DESPEDIDA
¡Adiós! Nunca más nos encontraremos
ni nos daremos la mano nunca más.
¡Adiós! Tu corazón es libre desde ahora
aunque no volverás a ser feliz jamás.
Sé que palpitará de nuevo
con ímpetu doloroso tu corazón
cuando oigas el nombre de aquel amigo
que ya hace tiempo desapareció.
Hay sonidos que no le dicen nada
a la turba arrogante que los desdeña,
pero a nosotros nos es difícil olvidarlos
porque viven fundidos en el alma nuestra.
Se entierra el pasado como en una tumba
en el fondo de aquellos sonidos sagrados,
y sobre la tierra tan sólo hay dos seres
que comprenden y se estremecen al escucharlos.
Estuvimos juntos sólo por un instante,
pero estuvo contenida la eternidad en él;
consumimos todos nuestros sentidos
y todo lo quemamos en el beso aquél.
¡Adiós! No te aflijas. Sé sensata.
No lamentes la brevedad de nuestro amor.
Hoy parece difícil el separarnos,
pero sería aún más penosa la unión.
Implorando limosna, llegó un mendigo
al palacio de un noble, grande y soberbio;
el magnate no quiso darle socorro
y le dijo al humilde: -¡Márchate presto!
Mas el pobre, obstinado, no se marchaba,
y entonces el magnate, de orgullo ciego,
agarrando una piedra, pesada y dura,
la lanzó a la cabeza del pedigüeño.
El astroso mendigo cogió la piedra,
la estrechó rencoroso contra su pecho
y murmuró: -La guardo, pero no dudes
de que al correr los años te la devuelvo
II
y pasaron los años, como las nubes
pasan por los caminos sobre ancho cielo;
y pasaron los años, y el poderoso
acusado de un crimen se miró preso.
El magnate arruinado, yendo a la cárcel,
hallóse frente a frente del pordiosero,
y este lanzó la piedra, mas al lanzarla,
reflexionando un poco, la arrojó al suelo.
Y dijo: -Rencorosa guardé esta piedra;
más fue inútil guardarla por tanto tiempo:
siendo feliz y rico, mucho te odiaba,
hoy pobre y perseguido ..¡te compadezco!