A pesar de que inició estudios de Derecho en la Universidad de Granada, los abandonó para dedicarse de lleno
a la carrera literaria. En 1897 se radicó en Madrid donde además de dirigir y colaborar con famosas revistas de la época, publicó en 1898 su primer libro de poesía, «Intimidades».
La obra de Francisco Villaespesa es muy extensa; escribió 51 libros de poemas, sin contar los versos de circunstancias y su gran faceta como sonetista. También se cuentan en su haber veinticinco obras teatrales y algunas novelas cortas.
Al saber la verdad de tu perjurio
loco de celos, penetré en tu cuarto...
Dormías inocente como un ángel,
con los rubios cabellos destrenzados
enlazadas las manos sobre el pecho
y entreabiertos los labios...
Me aproximé a tu lecho, y de repente
oprimí tu garganta entre mis manos...
Despertaste... Miráronme tus ojos...
¡Y quedé deslumbrado,
igual que un ciego que de pronto viese
brillar del sol los luminosos rayos!
¡Y en vez de estrangularte, con mis besos
volví a cerrar el oro de tus párpados!
EL POEMA DE LA CARNE
Cuando me dices: Soy tuya,
tu voz es miel y es aroma,
es igual que una paloma
torcaz que a su macho arrulla.
Sobre mi mano dormida
de tu nuca siento el peso,
mientras te sorbo en un beso
todo el fuego de la vida.
Cuando ciega y suspirante
tu cuerpo recorre una
convulsión agonizante,
adquiere tu faz inerte
bajo el blancor de la luna
la palidez de la Muerte.
ELEJIA DE LA JUVENTUD
Sacar en hombros por mi puerta
miré ayer un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi Juventud.
Perdida toda fuerza física
la vi en mis brazos expirar.
como una pobre novia tísica
¡de tanto amar!
Sobre su cuerpo, las postreras
rosas de otoño deshojé.
y entre recuerdos y quimeras
la amortajé.
Para no ver su rostro amado
tendí un pañuelo por su faz.
y exclamé en lágrimas bañado:
-¡descansa en paz!
Lenta la lluvia descendía...
La golondrina iba a partir...
Y hasta la brisa parecía
entre los árboles gemir.
Cármenes viejos de Granada,
en un crepúsculo otoñal,
vieron perderse en la enramada
su funeral.
Almas sedientas de ideales
que tanto amó mi juventud...
¡Deshojar rosas otoñales
en su ataúd!
Y tú, incansable peregrino.
que el mundo cruzas sin cesar,
¡si ves su entierro en tu camino,
ponte a rezar!
Sacar en hombros por mi puerta
miré ayer tarde un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi Juventud.