De familia aristocrática, hermano del también dramaturgo Ricardo Blasco, su padre era un conocido arquitecto y el siguió idéntica vocación, pero no llegó a concluir la carrera porque se consagró a la literatura. Fue un fecundo escritor: 27 volúmenes abarca la edición de sus Obras completas (Madrid: 1903-1906). Publicó colecciones de artículos, como Los curas en camisa (1866), pero fue sobre todo un destacado comediógrafo (se le deben no menos de setenta y cuatro comedias), novelista (Los dulces de la boda, 1872; Busilis: relación contemporánea, 1881) y poeta (Arpegios, 1866; Epigramas, 1881) Su vida fue muy novelesca, y sobre ella escribió el libro Memorias íntimas. Muy curioso, fue mordaz en muchas ocasiones y siempre ingenioso. Frecuentó y conoció la bohemia, el éxito y el fracaso, y fue un escritor torrencial que dejó abundante obra dispersa. Dejó versos, artículos de costumbres y crítica literaria, polémicas políticas.
Me engañaste, y “¡No has sido tú el primero!”
dijieron mis amigos,
un tiempo de tus pérfidos engaños
victimas o testigos.
No sé quién fue el primero más el último
sé que será un gusano.
Buscará el corazón de tu cadáver,
y ha de buscarlo en vano.
CAER PARA SUFRIR EL DESENGAÑO
Caer, para sufrir el desengaño;
soñar, para llorar cuando despierto;
buscar la dicha cual remoto puerto,
que nunca abordo, por destino extraño.
Sembrar el bien y cosechar el daño;
dejar lo fijo por seguir lo incierto;
ver siempre cerca y a mis pies abierto
el ancho abismo de amoroso engaño.
Batallar con mi suerte rencorosa,
ocultar del dolor la eterna herida,
sentir el aire y respirar la prosa
y ver mi triste juventud perdida.
Tal es, en suma, mi existencia hermosa.
¡Y a esto llaman vivir... y esto es la vida!
EXPLICANDO UNA TARDE ANATOMIA
Explicando una tarde anatomía
un sabio profesor,
del corazón a sus alumnos daba
perfecta descripción.
Anonadado por sus propias penas
la cátedra olvidó ;
y a riesgo de que loco lo creyeran
con alterada voz:
_Dicen, señores _exclama pálido_
que nadie consiguió
vivir sin esa víscera precisa,
¡Error, extraño error!.
Hay un ser de mi ser, una hija mía,
que ayer me abandonó,
¡las hijas que abandonan a sus padres
no tienen corazón!.
Un estudiante que del aula obscura
se oculta en un rincón,
mientras los otros asombrados oyen
tan público dolor,
sonriendo a su amigo y compañero
le dijo a media voz:
_Piensa que a su hija el corazón le falta...
y es que lo tengo yo.